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India y Nepal: Un Viaje en el Tiempo. II:Delhi-Agra

Capítulo II: Primera Bofetada de contacto

Delhi: Old Delhi, Fuerte Rojo

Comenzaba el primer día en la India de nuestro viaje, amanecíamos en Delhi con idea de visitar Old Delhi. Eran las 9:30 y aunque intermitente el sueño había sido reconfortante . Hacía calor, mucho calor, pero sobre todo mucha humedad, empapados es poco para adjetivar cómo nos levantamos. La ducha fue necesaria, pero antes despertamos a Carla y Ángela que seguían sopas. Conocimos a Witney (la compañera de Esther) y mientras estas cotorreaban yo aproveché para mandar mails de llegada.

Llegaba el momento de bajar a la calle a realizar algo cotidiano, necesitábamos ir a la tienda a activar nuestra tarjeta de Airtel ya que no lográbamos que funcionara. La primera impresión al ver la zona de día fue de suciedad, se agolpaban a lo largo de las callejuelas del barrio varios puestos de fruta, varias motos, mucha gente y tiendecillas de todo tipo. Encontramos la que estábamos buscando, difícil de ver por fuera, totalmente distinta a cualquier tienda occidental pero semejante en su interior. Nos recargaron y activaron la tarjeta en un momento 

Nuestra tiendecita de barrio

Recogimos al resto en casa y salimos a visitar algo de Delhi, hasta la tarde no salía nuestro tren a Agra así que estaría bien aprovechar lo que nos quedaba de mañana. Salimos hacia la carretera en busca de dos autorickshaws, que se convertiría en la acción más repetida durante el viaje. Es la primera cosa a la que te tienes que acostumbrar y todo tiene sus “normas” por llamarlo de alguna manera. Conociendo la ciudad puedes regatear con ellos el precio, pero tienen un taxímetro (meter en inglés) que deberían poner si se lo pides. Otra cosa es que quieran llevarte hasta el lugar que les digas o que no.

Total, que tras unos cuantos intentos logramos convencer a dos autos que nos lleven hasta Old Delhi, iríamos a visitar el Lal Quila, el fuerte rojo. La primera experiencia en uno de esos cacharros, es lo que define muy bien la palabra experiencia. La manera de conducir, el amasijo de personas, coches, buses, camiones, motos, ciclos y todo tipo de artilugio con ruedas o 4 patas amenizaron el momento, siempre al son de los claxon, que parece ser la melodía favorita de todo indio que se precie. Tardamos un buen rato en llegar y es que Delhi es gigantesca, solo tiene unos 1500km2 y unos 13 millones de habitantes. Además no es que estuviéramos en la otra punta, pero unos 10km si tuvimos que recorrer.

En el autorickshaw

De repente algo pasó, fue como si con nuestro delorean de tres ruedas se hubiera puesto en marcha y nos hubiera llevado unos siglos atrás en el tiempo. La cantidad de gente en la calle se duplicó, aparecieron burros y vacas, perros raquíticos deambulando por un escenario lleno de mierda y casas semiderruidas, la sensación de pobreza, caos y desnutrición me recorrió todo el cuerpo. Sí, habíamos cruzado a Old Delhi.

Nos bajamos frente al fuerte y tardamos una eternidad en cruzar la carretera, entre el atosigamiento de la gente, la fiabilidad de los semáforos y las reglas viales autóctonas, la misión se convirtió en algo peligrosa. Estábamos en el centro de Old Delhi, la India más profunda y caótica. Sentirse observado se queda corto, lo de que te hagan fotos con el móvil sin ningún estupor es todo un deporte nacional, el sentirse un alienígena resulta inherente a nuestra condición de raza blanca, acrecentado supongo por el hombre de pelo largo y perilla y tres hembras con vestimentas digamos demasiado ligeras, a lo que hay que sumar el piercing de una que yo me sé. Fuimos hacia la entrada a pillar los tickets, precio estándar para la mayoría de los monumentos 250Rp para extranjeros 20Rp para indios, resultado: el lugar está petado de indios.

Welcome to Old Delhi

 La verdad que el fuerte es super chulo e impresionantemente grande, las rojas murallas parecen no tener fin. Tras cruzar la puerta nos flanquea el paso un bazar cubierto, donde evidentemente nos ofrecen todo tipo de baratijas. Justo fuimos a salir del mismo y empezó a llover, mozon´s back. Nos resguardamos en el bazar hasta que escampara un poco. Por suerte no tardo mucho en hacerlo y pudimos proseguir nuestra visita. Dentro de la zona amurallada existen diferentes edificios y construcciones, así como jardines y fuentes poco llamativas.

Un lugar amplio y curioso que da para hacer alguna que otra buena foto y ver algo diferente a lo occidental, así como para hacerte a la idea de la maginificiencia del apogeo mongol en Delhi. La verdad que en su tiempo tenía que ser impresionante. Entramos a un restaurante de dentro del complejo a tomar un par de botellas de agua, aunque la que habíamos perdido por sudor aseguro que fue bastante mayor. Pasamos unas gratas horas intercambiando opiniones y paseando por el interior del fuerte y cuando se nos echó el tiempo encima decidimos salir en busca de comida antes de volver a casa de Esther para pillar las maletas y poner rumbo a Agra.

A la entrada del Fuerte Rojo
En los jardines tras el monzón

 Carla y Ángela se metieron a un inaudito McDonalds (muy curioso en medio de toda la podredumbre) y nosotros buscamos algo más auténtico. La ausencia de aceras hace que sea muy divertido el pasear por Old Delhi, con su tráfico, sus humos, su gente escupiendo, vamos como un paseo por las nubes pero cambiando nubes por mierda. Entramos a un restaurante vegetariano que tenía buena pinta y estaba bastante lleno, era de comida rápida.

Pedimos un par de platos semiaconsejados por el camarero, un par de botellines de agua y la cuenta no se si llegó a los 2€. Eso sí, el calor que hacía era infernal, estábamos sentados cerca de uno de los fogones y eso se notaba (ver fotos). La comida aunque buena picaba que se jodía, nos llenamos pronto gracias al picante y al agobio térmico del lugar. Escupiendo fuego por la boca y dejando charcos de sudor a nuestro paso, salimos de allí, por una vez sentí que no hacía calor en la calle.

Sudando el picante

Recogimos al par de dos y fuimos en busca de autos que nos llevaran de nuevo a casa de Esther, tras un intento fallido pudimos encontrar alguien que nos acercara. Durante el trayecto comenzó a jarrear, ahora sí el monzón atacaba de nuevo. Tras unas pocas vueltas para encontrar Esther´s jaus llegamos al destino, eso sí el minuto que tardamos en llegar hasta su portal andando fue providencial para llegar empapados. Nos cambiamos de ropa y zapatillas, nos pusimos los impermeables y cogimos las mochilas que serían nuestra compañía hasta el 13 que volveríamos a Delhi.

Era ya bastante tarde, así que sin demora bajamos a la calle en busca de rickshaws, por lo menos había parado un poco de llover. Al más puro estilo Pekin Express (pero sin tongo) conseguimos hacernos con dos autorickshaws que nos llevaran a New Delhi Station, eso sí, el nuestro intentó dejarnos en el metro porque decía que llegaríamos antes. La verdad que el tráfico era impresionante, supongo que la lluvia y las horas que eran hacían que cada vez fuera mayor el número de coches. El paseo turístico estuvo genial si no fuera porque casi no llegamos a tiempo a la estación.

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Me suena el movil, era Esther que donde estábamos que Carla y Ángela le habían llamado porque no tenían nuestro número indio, para más INRI se les había acabado la batería. Los billetes los tenía en mi poder, ellas solo sabían la hora de salida, nosotros buscamos por el hall a ver si las veíamos pero nada, quedaban poco más de 10min para la salida del tren así que fuimos hacia el andén correspondiente. Entre tanta prisa casi no nos dio tiempo a admirar lo “maravillosas” que son las estaciones de trenes indias, eso sí, el cúmulo de gente era impresionante.

Llegamos a las puertas de nuestro tren estacionado y no vemos a estas por ningún lado, miro en el billete el vagón que nos correspondía y nos dirigimos hacia allá. Tras una buena caminata (los trenes indios son larguísimos) llegamos hasta él y para sorpresa nuestra allí estaban Carla y Ángela esperándonos, se habían entretenido leyendo las hojas de cada puerta donde vienen los nombres de los pasajeros.

En nuestro vagón

Agotados mental y físicamente entramos en la tan conocida Sleeper Class. No se si por lo que habíamos leído, por los comentarios de la gente o por lo que pone en las guías, pero la verdad que nos la esperábamos mucho peor. Simplemente estaba sucia (como toda la India) y algo cutrecilla, pero para trayectos no excesivamente largos es suficientemente cómoda y barata. Nos aposentamos en nuestros sitios correspondientes y tardamos poco en ser el centro de atención de todo el vagón.

El trayecto no fue muy largo (algo menos de 3h) pero dio para parlotear y asimilar un poco, solo un poco, la intensidad de aquel día ya que la primera bofetada india había sido fuerte. El guirigay de gente y vendedores de todo tipo de cosas se fue sucediendo constantemente. Otra de las grandes características de la India es el ruido. Conocimos a unas polacas que estaban unas literas más adelante que nos preguntaron por la estación en la que nos íbamos a bajar. Parecían majas.

Pese a que en Delhi no nos dio tiempo a saborear la estación de la que procedíamos, el par de paradas que hizo el tren por el camino nos ayudó a visionar un poco mejor tan interesantes centros de reunión, los sucesivos viajes ya nos aclararon del todo el concepto, así que lo intentaré explicar en otro capítulo.

Estación de una de las paradas

Llegamos a Agra Cantt y al bajar ya tuvimos que luchar y regatear para que nos llevaran al hotel que queríamos, al final nos llevó un taxista muy majete que nos dio conversación durante el trayecto. La sensación de agobio por el tráfico y la gente era sensiblemente menor que en Delhi, pero quizás fuera la zona y que era de noche. Llegamos hasta el hotel, chapa incluida del conductor del taxi para que le llamáramos al dia siguiente y nos hiciera un tour. Nos decidimos por ese hotel (Saniya Palace) porque su terraza tiene vistas al Taj.

Carla se irguió como jefa de la expedición y se puso dura en el regateo del precio de las habitaciones, tras unos cuantos minutos de conversación (grabación de móvil indio incluida) logramos sacar un buen precio para lo que nos habían dicho de salida, al final 350Rp por habitación. Después de dejar las mochilas subimos a la terraza a cenar comida india no muy picante y acto seguido, lo equivalente a 45 min esperando la orden y 30min cenando, nos fuimos a acostar ya que a las 5:30 nos íbamos a poner en pie para ver amanecer en el fabuloso Taj Mahal.

El calor de la habitación era bastante incómodo, el ventilador de techo algo hacía, quizás ayudaba a no morir asfixiado, pero poco más. Hubo un apagón (otra cosa normal en la India) y durante ese rato Gala casi muere asfixiada, se agobió, así que salimos un rato a tomar el aire de las 3 de la mañana y de paso a ver a un lagarto-gecko blanquecino que quería ser un huésped más de nuestra habitación. Pasado el agobio y el apagón volvimos a la cama a aprovechar el tiempo que nos quedaba de sueño.

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