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India y Nepal: Un Viaje en el Tiempo. VIII: Kathmandú

Capítulo VIII: Polvo y momos

Mi descanso se vio turbado por un grito de Gala al son de ¡Ahhh!¡Una rataaaa! Así comenzó nuestro día  en el que queríamos hasta la capital para ver Kathmandú en tres días que nos quedaban en el país. Pero volvamos al momento rata.

Me levanto todo lo rápido que mi dormido cuerpo me deja y doy la luz. Aún somnoliento intento asimilar qué cojones había pasado, le pregunto a mi compañera de sábanas y me dice que algo le ha pegado un bocado y ha notado como se iba corriendo. La conclusión fue que o habíamos convivido todos esos días con una rata o era imposible que se tratara de ese animal. Buscamos por todos los lados de la habitación, comprobamos mosquiteras, huecos y apartamos muebles, pero nuestros ojos no vieron a ningún intruso. Posiblemente se tratara de algún gecko que abundaban por la zona, pero nunca lo llegamos a saber. Al menos solo nos dejó de recuerdo el susto, el supuesto mordisco ni siquiera dejó marca.

Cómo llegamos de Pokhara a Kathmandú

Continuamos nuestro sueño hasta que mi complejo intestinal decide montar una fiesta sin permiso, así que evacuación de emergencia y aprovechando que ya eran las 6:15 decido levantarme. Quince minutos después despierto a Gala y nos preparamos para abandonar Pokhara. El taxi estaba esperándonos, así que medio dormidos y casi sin despedirnos del hotel y sus trabajadores nos metimos en el taxi que nos llevó a la parada de autobuses turística.

Desde allí salen todos los autobuses a Kathmandú, una buena legión de ellos ya que todas las agencias parecen fletar uno. Nada más bajarnos y pagar al taxista nos acosa una legión de vendedores de bollos y viandas para el desayuno, desistimos comer antes de tan largo viaje. Echamos las mochilas al maletero del bus y esperamos a que saliera. El “special super deluxe bus” resultó ser un autobús de los de toda la vida pero del año de Maricastaña, el aire acondicionado consistía en unos ventiladores que se encendían de tanto en cuanto.

El viaje fue infernal, hicimos dos paradas en el camino de unos 30min cada una, pero fueron los últimos 50km los más coñazo. Nos acercábamos a Kathmandú y había miles de camiones y varios puertos de montaña. Al final tardamos 8h en llegar a la capital nepalí, buena media teniendo en cuenta que solo habíamos recorrido 210km. No creo que haga falta volver a repetir la forma de conducir y los increíbles paisajes del camino.

Paisajes verdes nepalíes

Primer día en Kathmandú

Nada más entrar en la ciudad, nos dimos cuenta de que habíamos dejado el paraíso bastante atrás, como unas ocho horas. El polvo y el tráfico nos invadía por todos los lados, la gente iba con mascarillas e infinidad de motocicletas se colaban entre los minúsculos huecos que dejaban los vehículos de cuatro o más ruedas. El bus nos dejó cerca del albergue, pero un viejo cansino se nos acopló y nos dijo que nos llevaba y lo que hizo fue alejarnos y perdernos.

Gracias a un chico muy majo de un puestecillo conseguimos llegar al albergue, ya que incluso llamó al mismo para anunciar que salieran al cruce a buscarnos. En efecto, habíamos pasado por delante pero al estar un poco escondido no habíamos visto los carteles. Un hombrecillo nos estaba esperando y nos llevó hasta la recepción. Al entrar, un hombre uniformado nos hizo un saludo militar y nos abrió el paso. Hicimos el check in y subimos a la habitación. La verdad que quedamos bastante decepcionados ya que la habitación nos había costado más cara que la de Pokhara y estaba bastante peor.

Al menos nos trataron bien, el desayuno e Internet estaban incluidos en el precio y desde la azotea había unas vistas de la ciudad impresionantes.  El viaje nos había dejado baldados, además a Gala le estaba empezando a doler la garganta aparte de los mocos que ya llevaba de serie. Con lo cual decidimos quedarnos a descansar un rato. Ya casi de noche dimos una vuelta por Thamel, la zona turística por excelencia de la capital nepalí. Como Gala no se encontraba muy bien simplemente cenamos algo y nos volvimos a la habitación a dormir. 

Vistas de Kathmandú desde la azotea

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Segundo día en Kathmandú

Debido a la luz que entraba por la ventana de la habitación, pronto me desvelé. Si a esto le unimos las campanitas de oración que tocan cada 2×3, a los cláxones de los coches y al tío asqueroso que se tira quince minutos de reloj fabricando y escupiendo gargajos, hace que sea difícil reconciliar el sueño y te hace disfrutar de ese despertar soñado por todos. Aún así lo intenté, puse todo de mi parte y creo que algo me dormí, eso sí, más a causa del cansancio que de las magníficas condiciones ambientales. Una vez nos hubimos levantado bajamos a pedir el desayuno, que por supuesto nos tomamos en la terraza. Parecía que se había levantado buen día. Esperamos la llegada de Esther durante un buen rato, hasta que bajamos a Internet y vimos en nuestros correos que al final no había podido venir a hacer la escapada.

Visto lo visto nos pusimos en marcha a hacer un poco de turismo, Gala seguía un poco pachucha pero hizo de tripas corazón y nos pusimos en marcha. Decidimos ir a visitar el templo budista de Swayambhunath (no me lo hagáis escribir otra vez). Era una larga caminata, volvimos a pasar por el ajetreado Thamel, pero al alejarnos unos metros la ciudad se volvía más tranquila y agradable.

Por el camino nos encontramos con una pareja de canadienses que también iban hacia allí, así que tuvimos conversación por el camino, además la chica hablaba español, cosa que a veces se agradecía. Al preguntar a un lugareño la dirección nos acompañó tratando de ganarse unas rupias por el favor. Primero pasamos por un templo pequeño y luego ya llegamos a los pies de la larga escalinata que lleva al templo de los monos. Allí nos despedimos de la pareja ya que nos quedamos charlando con un montañero madrileño que nos acompañó durante la dura subida hasta la cumbre de las escaleras. Por el camino se veía algún que otro mono y varios vendedores de todo tipo de artesanía. 

Templo pequeño
Primeras escaleras

El sitio era súper chulo, una ascensión a lo alto de un monte coronado por una gran stupa budista. Ya en lo alto nos separamos del muchacho y visitamos el complejo a nuestra bola. Desde arriba las vistas de la ciudad eran impresionantes, las hectáreas de terreno ocupado por casas llamaba bastante la atención. El complejo era bastante grande, tiene un montón de templos por todos los lados, a la vez que tiendas y un café. Nos acercamos hacia otra stupa importante y allí al lado estaban varias familias de monos jugando y disfrutando de su hogar. Unas cuantas foteles y ya nos alejamos de la multitud perdiéndonos en un bosquecillo contiguo, nos sentamos a descansar a la sombra de los árboles. Gala decidió que ya había dado todo por ese día así que vuelta al hotel. 

Rezos y stupa
Por el complejo
La gran stupa
Monete en lo alto

Por el camino nos volvimos a encontrar a los canadienses que querían ir al templo hindú de Pasupatinah, al otro lado de la ciudad, en él tenían lugar unas celebraciones que luego veríamos por la TV. Ya en la habitación nos tiramos a ver películas y descansar, solo nos levantamos para ir a Thamel a cenar. Elegimos un coreano que recomendaba la guía y la verdad que acertamos de pleno. Descalzados y sentados en el suelo nos cocinamos nuestra propia cena con una plancha en la mesa, todo un show. Llena la panza volvimos al hotel a ver más películas en la TV y caer totalmente rendidos.

En el coreano

Tercer día en Kathmandú

Al igual que el despertar del día anterior (gargajos, campanitas y cláxones) conseguimos retozar un rato más. Gala se había levantado pachucha, así que bajamos a por nuestro desayuno y decidimos descansar en la habitación a ver si mejoraba. Yo me quedé en la recepción frikeando con la conexión a Internet y Gala se subió a acostar un rato. En la habitación disfrutamos de nuestro canal de televisión favorito: Asian Starz Movies, en el que vimos un par de películas.

También nos enganchamos a un canal indio que pasaba alguna que otra serie de la HBO. Con los ánimos y las fuerzas renovadas gracias al poder del descanso y las drogas decidimos salir a visitar la ciudad. El recorrido que marca la lonely planet estaba bastante bien, así que lo seguimos. La primera parada fotografiable fue una importante stupa de la ciudad: Kathesimbhu, donde niños jugaban alegremente y donde fuimos acosados por vendedores de artesanía.

Stupa Kathesimbhu

Llegamos después hasta el Asan Tole, una de las plazas más concurridas de la ciudad: atestada de gente, tiendas, mercados y rickshaws. Pillamos la calle de Indra Chowk y llegamos hasta el templo de Taleju. Ya estábamos en el destino que teníamos, la plaza Durbar. El templo de Taleju forma parte del complejo y la verdad que la plaza es, cuando menos, asombrosa. Atraídos por la arquitectura oriental pasamos dentro del complejo. Empezamos a echar foteles hasta que vino uno de los guardas a pedirnos la entrada, cómo coño íbamos a saber que había que pagar para entrar en una plaza.

La entrada vale para todo el complejo solo durante el día en que la compres, si quieres pasar más días por ahí tienes que ir a la oficina de monumentos a que te expidan un pase de visitante hasta la fecha final de tu visado. La zona la verdad que nos llamó mucho la atención, en pocos metros hay más de una docena de templos de todos los tamaños. Cada uno dedicado a un dios y cada uno con alguna característica que lo hacía diferente al resto. 

Asan Pole
Templo Taleju

También en la plaza Durbar se erige la casa donde la Kumari saluda a los turistas y lugareños en el Indra Jatra. También cerca del edificio está el único edificio que desentona con el resto. Un palacio blanco de corte neoclásico llamado Gaddi Baithak que se supone se asemeja al British Museum de Londres, bastante horrible la verdad.

Por toda la plaza hay varios hombrecillos ataviados de túnicas naranjas con largas barbas y un bastón en forma de tridente. Son los shadus, hindúes ascetas que vagan por el país buscando la iluminación, en la plaza te piden dinero por hacerte una foto con ellos. También hay varios guías ofeciendo sus servicios, uno nos enseñó su bloc de notas con recomendaciones en diferentes idiomas de la gente que lo contrató. wcwqec

Nasal Chowk (donde ser coronaba a los reyes nepalíes)
Templos y gente en la plaza Durbar
El «british» al fondo
Templo Jagannath

Recorrimos todo el entresijo de templos hasta hartarnos y ya con la noche acechándonos volvimos a Thamel a hacer un par de compras. Thamel es sin duda el barrio turístico por excelencia, tiene mucho bullicio de extranjeros, infinidad de tiendas de ropa (tanto de montaña como de ropa hippie) y tráfico de coches, rickshaws y motos. Se notaba que era temporada baja, ya que las tiendas estaban semi vacías y la insistencia de los tenderos era un poco cansina. Nuestra estancia nepalí iba tocando fondo, sería nuestra última noche en aquel país tan maravilloso que no pudimos disfrutar al 100% por culpa del malestar físico.

Pero para terminar bien decidimos ir a cenar a un restaurante nepalí recomendado por la lonely como el que mejores momos de pollo tenía. No dudamos un ápice en pedirlos y acompañarlos de un par de platos de chowmein. Disfrutamos de la gastronomía como expertos chefs y agradecimos la recomendación. Con las panzas a rebosar volvimos a la habitación, esta vez cayó un poco de BBC news, la victoria de Alonso en Monza y un par de películas en el Asian Starz Movies. El sueño nos volvió a atrapar. 

Por Thamel

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