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India y Nepal: Un Viaje en el Tiempo. XI: Old Delhi, bazar y fiesta

Capítulo XI:  Un viernes en Delhi

Y llegó el viernes, para muchos el comienzo del fin de semana, para nosotros el comienzo del final de nuestras vacaciones y la cuenta atrás de este apasionante viaje por la India, en cuatro días estaríamos de vuelta pero hoy tocaba visitar Old Delhi. El día comenzó con tranquilidad, Gala llegó la noche anterior algo perjudicada de la tripa así que mejor descansar que forzar. Nos sentamos en el salón a desayunar, charlar, escribir y poco más. Casi sin darnos cuenta había llegado la hora de comer, así que me enfundé el atuendo de chef para preparar unos espaguetis con verduras, que ya echábamos de menos la pasta.

Con el estómago lleno fuimos planificando mejor nuestras intenciones vespertinas. Queríamos llegar a Jama Masjid en Old Delhi antes de que cerraran por oración. El tiempo se nos echaba encima así que con prisas salimos en busca de transporte. El camino era largo y encima había bastante tráfico, lo que se tradujo en llegar 10min antes del cierre. La entrada en la aberrante Old Delhi nos trajo recuerdos pasados y cuanto más nos íbamos internando nuevas atrocidades veíamos pasar ante nuestros ojos occidentalizados. Sin tiempo para asimilar fuimos raudos a la entrada y preguntamos, nos dejaron pasar descalzos, eso sí, a Gala le pusieron una bata horrible con flores blancas (que su única utilidad era estropear las fotos) y yo tuve que pagar por hacer fotos.

En el patio de Jama Masjid

Jama Masjid es la mezquita más grande de la India, pese a que el interior del templo no es gran cosa, la arquitectura exterior, el patio y los minaretes hacen que sea un monumento imprescindible en una visita a la capital India. A mi fue de lo que más me gustó sin lugar a dudas. El patio es gigantesco y nos dio para deambular y quemarnos los pies en las zonas donde la sombra solo hacía aparición por la noche. Cayeron unas cuantas fotos y unas cuantas risas hacia las batas magníficas y preciosas deseo de cualquier diseñador de alta costura.

Había bastante gente dentro, alguno que otro de la especie turista (distinguibles por la cámara de fotos los machos y por la horrible bata las hembras), pero la mayoría estaban encomendados a Alá, Mahoma o a quien sea que recen. Pasados unos 15-20min vinieron a echarnos del recinto, ya que hordas de musulmanes se agolpaban en las entradas y durante el rezo los no musulmanes no éramos bienvenidos. Intentar pasar desapercibidos sería algo así como evitar ver a alguien en un concierto de Shakira. Así que no nos quedó más remedio que salir del templo. 

La preciosa bata
El exterior

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Salimos a dar una vuelta por la ruinosa Old Delhi, esta vez más habituados no pudimos sino confirmar nuestras primeras impresiones de decrepitud, agobio, suciedad y viaje atrás en el tiempo. Quizás en las fotografías no se aprecie bien, posiblemente la mierda no es muy fotogénica, a lo mejor es que en ese momento no me apetecía tener un recuerdo hediondo en forma de fotografía, pero os aseguro que la sensación de ínfima limpieza es avasallada por un torrente de sensaciones pestilentes, evocadoras de enfermedades presumiblemente erradicadas.

Paseamos por un bazar y llegamos a una zona desde la que se apreciaba un tumulto de uralita, toldos de rafia y gentío que por supuesto evitó que siguiéramos nuestro camino, igual con los poderes de la bata de flores habríamos seguido adelante, quién sabe. Cuando salimos de la mezquita nos indicaron que en una hora podríamos volver, en un principio esa era nuestra intención, ya que pensaba pagar unas rupias para ascender al minarete y disfrutar de las vistas. Pero 20 minutos paseando por Old Delhi nos quitaron toda gana de esperar en sus espléndidas calles a tomar algo higiénicamente dudoso, rodeados de jaulas de gallinas y de cabras montesas. 

Old Delhi
Bazar en Old Delhi
Gallinas, cabras y suciedad

Así que cambiamos de planes, pensamos en acercarnos hasta el Karol Bagh Market, pero nuestros intentos por cazar a un autorickshaw que nos pusiera el “meter” fueron inútiles. Debía ser que a esas horas un viernes el tráfico era infernal. Un tirillas, y cuando digo un tirillas me refiero a un tirillas, con su ciclorickshaw se ofreció para llevarnos por solo 40Rp. Nosotros flipamos con el precio, ya que el sitio quedaba bastante lejos y llevarnos pedaleando hasta allí iba a ser cuando menos una odisea.

El viaje estuvo muy interesante ya que nos metió por las callejuelas de Old Delhi a ritmo de pedal, por muchas de ellas casi ni cabíamos. Fue uno de esos momentos que no olvidaré del viaje aunque no consiga recordar casi nada de lo visto durante el trayecto, pero el hecho en sí me gustó. Cuando salimos del complicado intrincado callejero pasamos cerca de un vertedero en mitad de una carretera de en medio de la ciudad, eso tampoco se me va a olvidar, pero ya por motivos odoríficos.

Poco después del deleite nasal llegó la perdición para nuestro conductor: una megacuesta que se prolongaba durante unos cuantos cientos de metros para esquivar por encima las vías que llegaban y salían de la estación de Nueva Delhi. El hombrecillo se bajó a empujar durante ese tramo pero luego gozó con la mini bajada A partir de ahí el tráfico se intensificó y el tirillas se moría, así que nos bajamos en medio de una avenida. El tío nos pedía 100Rp cuando habíamos pactado 40, encima se negaba a cambiarnos billetes con lo que ni cortos ni perezosos juntamos todo lo suelto que teníamos y le dimos 38Rp.

Rápidamente encontramos un autorickshaw y en menos de 10min llegamos a Karol Bagh Market. Es un mercado básicamente de ropa, donde también hay tiendas de marcas conocidas y diferentes sastrerías donde te hacen trajes a medida. Nosotros fuimos allí principalmente en busca de las tiendas de Roopacks, que venden especias bien envasadas. Tras un pequeño pateo encontramos las tiendas y pillamos algún que otro souvenir

En el autorickshaw por Old Delhi

Era ya tarde y nos había llamado Esther que nos esperaba en casa, como estábamos bastante lejos de la misma decidimos infiltrarnos en el metro de Nueva Delhi. Teníamos una parada al lado y hacía poco tiempo habían inaugurado una cerca de Esther´s house. Así que nos armamos de valor y subimos las escaleras hacia la entrada del metro. Lo primero que nos llamó la atención fue la infinidad de carteles prohibiendo escupir en el metro, lo segundo que por una fila entraban hombres y por otra mujeres, ya que te cacheaban al entrar.

El billete no era tal, sino una moneda de plástico magnetizada. Pasado el control, que por ser turistas ni nos abrieron la mochila, fuimos en búsqueda de la línea adecuada. Coincidió que pillamos una de esas líneas que coge todo el mundo a esa hora, con lo que empujando pudimos hacernos un mini-hueco. En estos momentos creo que Gala se estuvo acordando de toda mi familia al verse rodeada de cientos de sudorosas y sobonas manos de indios, así como sucias miradas de complacencia en el roce. Por suerte no teníamos muchas paradas hasta que bajamos a hacer el transbordo. La nueva línea estaba semi vacía en comparación con la anterior e incluso se veían mujeres montadas.

El metro de Delhi es bastante moderno y por aquella época abrieron unas cuantas paradas y alargaron líneas (aunque no pudimos catar la que llegaba hasta el aeropuerto) ya que en unas semanas los juegos de la Commonwealth se iban a celebrar (concretamente el 3 de Octubre). Al salir del metro nos confundimos de calle. Yo quise ir por la primera que me sonaba pero la convicción de Gala de que por ahí no era me hizo hacerle caso. Al final por uno y por otro anduvimos 15min en dirección contraria, al menos le pillamos unas flores a Esther. Conseguimos un rickshaw y en menos de 5min llegamos, pero claro por la noche todos los gatos son pardos.

Anuncio de los juegos de la Commonwealth

En casa estaba Esther esperándonos, hicimos unas llamadas a nuestros padres y nos pusimos a preparar la cena y vestirnos para ir a una fiesta de un amigo de Esther. Nina llegó al rato y nos juntamos los 4 en busca de un “oto”. Por el camino paramos a por algo de bebida y a duras penas conseguimos encontrar el piso. No estábamos muy lejos de casa. El piso estaba genial y el ambiente también, pronto cayeron unas cuantas cervezas y la gente se empezó a animar. Nos quedamos flipados en el momento en el que se apartaron todos los muebles del centro del salón y la gente se puso a bailar a son de salsa y ritmos africanos.

Eso sí, que el 90% de los asistentes fueran del Congo o Camerún ayudaba bastante. Las risas llegaron con el Josh-jash de un personaje y los bailoteos arrimocerbolletaymetopierna de los africanos. Me sentí intimidado (y no, a mi no me bailaron jajajaja). Daban las 3 en el reloj y decidimos emprender retirada, con un pedo majete saltamos una valla tirando unas macetas y aparecimos en la calzada en busca de un rickshaw, al que por supuesto Josh-jasheamos. En diez minutos pudimos tirarnos en los colchones y descansar. 

Dándolo todo en la fiesta

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