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Retales de la antigua URSS. 5: La llegada a Ucrania

En el anterior epidosio qudábamos ya montados en el autobús que nos llevaría de Tiraspol a Odessa. Pero aún deberíamos cruzar la corrupta aduana transnistria y entrar en un nuevo país: Ucrania. En esta entrada te cuento cómo fue nuestro periplo fronterizo y nuestra llegada a la primera ciudad ucraniana que íbamos a visitar.

La frontera de Transnistria

Quedaba otro trámite importante, la salida de este país “inventado” y según reportes varios era más arduo que la entrada. Llegamos a la frontera transnistria, se paró el bus y el conductor recogió todos nuestros pasaportes para llevarlos a la garita a que sellaran la salida. Como cabía esperar no tardó en volver para decir que bajáramos del bus, al principio solo bajaron un par de alemanes pero luego ya nos hicieron bajar al resto.

¿Para qué?, pues para hacer el paripé, es decir, entrar a una garita, sentirte observado y presionarte para que te vengas abajo y le des algo de pasta al guardia. Como todos nos sabíamos la jugada, la presión grupal hizo efecto y tras decir al guardia que no teníamos sello de entrada porque no lo ponen, nos miró con cara de pocos amigos y nos devolvió los pasaportes.

El «visado» transnistrio

La frontera ucraniana fue algo más rápida, pero también bastante lenta. Un policía subió al bus a recoger los pasaportes comprobando nuestras caras para luego bajárselos y sellar la entrada. Una vez con nuestro sello en el pasaporte el autobús arrancó.

Llegada a Odessa

En unas 2h y media llegamos a la estación de autobuses de Odessa, al bajar del autobús comprobamos que se trataba efectivamente de un autobús español, concretamente de Asturias, fue algo muy curioso. Sacamos nuestros primeros drinas en un cajero y fuimos en busca de una “marruska” (así llamábamos a los mini buses urbanos) que nos dejaba relativamente cerca del albergue. Por suerte la parada no se encontraba muy lejos y no tardó mucho en llegar.

Bus asturiano-ukraniano

Le preguntamos al conductor por si paraba cerca de la calle y nos asintió, así que nos quedamos algo más tranquilos. Se estaba echando la noche y casi sin darnos cuenta ya no entraba luz del exterior, el bus se puso en marcha y con el mini mapa de la lonely intentamos ir cuadrando el trayecto mirando el nombre de las calles mientras pudimos.

Al fin localizamos nuestra posición y el autobusero nos indicó dónde bajarnos, como estos tratos apenas paran casi nos bajamos en marcha y con todas las maletas, la caída estuvo cerca, pero finalmente fue evitada.

Encontramos el albergue con bastante facilidad, además justo unos huéspedes entraban así que
ni nos molestamos en llamar. Subimos hasta el piso de arriba y preguntamos dónde era la recepción, ni dios tenía ni idea, todo el mundo nos dijo que llamáramos al timbre de abajo a ver.

Así que vuelta a bajar las escaleras con los mochilones, para que luego nos dijeran que subiéramos. Tras pasar la primera puerta (en medio de las escaleras) apareció Antonia, una mujer muy dicharachera que nos llevó hasta el último piso, uno más arriba de donde habíamos llegado antes. Este piso resultó ser el piso donde ella vive, directamente entramos al salón de su casa.

Era un salón bastante grande con varias literas, al fondo una terraza y luego 3 o 4 puertas que daban a
diferentes habitaciones. De una de ellas salió su hijo y un gato gigante llamado borshka muy majete. Tras una charla con la dueña y una explicación del lugar de los baños (en la terraza) y la cocina (en el piso inferior) decidimos salir a dar una vuelta.

Borshka

Toma de contacto con Odessa   

Dimos una pateada hasta la calle Derybasivska, una calle peatonal del centro de la ciudad. Había muchísimo ambiente, el día anterior había sido fiesta local y aún se veían algunos indicios de la misma. Esta calle peatonal está llena de tiendas de todo tipo, pubs, terrazas, carruajes de caballos y ponys.

Una vez oteado el panorama decidimos volver al albergue buscando un supermercado para comprar el desayuno. De vuelta al albergue nos fijamos en los sitios en donde pudiéramos cenar, ya que se iba haciendo tarde. Dejamos los víveres en la cocina y nos bajamos a llenar el buche.

Uno de los restaurantes a los que le habíamos echado el ojo justo estaba cerrando, así raudos nos fuimos a un puestecillo de la calle que habíamos visto tenía buena pinta. Por suerte este sí estaba abierto, pero como todo estaba en cirílico pues poco pudimos entender, por suerte el tendero hablaba inglés así que nos comentó.

Decidimos pillar lo mismo que estaban comiendo otra gentecilla que andaba por allí. Resultó ser una especie de durum gigante de falafel, patatas y todo tipo de verduras y salsas, una bomba en toda regla. Como allí no vendían bebidas nos acercamos a una plaza donde había un kiosko que vendía cerveza.

Vimos la nevera así que nos acercamos a coger un par de latas en lo que una anciana apareció de entre las sombras gritando vete a saber qué, Luis creyendo que nos decía que tiráramos más fuerte, prosiguió su empeño en abrir la nevera pero luego cuando ya se acercó con aires furibundos nos dimos cuenta que realmente lo que estaba diciendo era “qué cojones estáis haciendo, dejad de tirar, que las neveras os las abro yo desde el kiosko una vez me las paguéis, hostia”.

Así que nos llevó hasta el kiosko, le pagamos y nos abrió un botón que nos permitió ir a la nevera y poder abrirla. En cuanto cogimos las cervezas le cambió el tono de voz y muy amablemente nos indicó con gestos que las cervezas se abrían girando la chapa.

Derybasivska

La noche en Odessa

Subimos al hostel a engullir nuestra cena (que nos costó tiempo y esfuerzo) y a frikear con la wifi del albergue, después decidimos salir a echar una cervecilla. Volvimos hasta la calle central y finalmente nos sentamos en un pub irlandés, ya no se veía tanto ambiente pero aún así la terraza estaba bastante llena.

Serían sobre las 23h. Nos tomamos un par de pintas y no dedicamos a observar el paisaje de bellezas ucranianas (no es un mito) y de la fauna del local. Había dos tipos intentando ligar con una muchacha (todos en la terraza pero diferentes mesas) que dieron un espectáculo bastante entretenido, finalmente
llegó el novio de la susodicha, lo que espantó a las rapaces.

Charlas por aquí y por allá, relax total y noche cerrada. El cansancio comenzó a apoderarse de nosotros así que pedimos la cuenta y vuelta al albergue. Al llegar a Anthony´s house, así se llamaba el albergue, vimos que la dueña estaba totalmente sobada en la terraza (y tampoco es que hiciera calor) tapada por mil mantas y con Borshka a sus pies.

Nos aseamos y volvimos al interior de la casa, tuvimos que cerrar la terraza ya que entraba una rasca bastante considerable. Mi garganta seguía molestándome, pero había que descansar.

Luis con su cena

Siguiente capítulo: Sobreviviendo sin ruso

Entradas del diario de viaje

  1. Prólogo: desde Rumanía a Ucrania
  2. Pateando Bucarest
  3. Descubriendo Chisinau
  4. Transnistria: un país inexistente
  5. La llegada a Ucrania
  6. Sobreviviendo sin ruso
  7. Descubriendo Kiev I
  8. Descubriendo Kiev II
  9. Visita al desastre de Chernobyl I
  10. Visita al desastre de Chernobyl II
  11. Apurando Kiev
  12. Lviv
  13. Volviendo a casa

Itinerario

  • Día 0. Madrid – Bucarest
  • Día 1. Bucarest (Rumanía)
  • Día 2. Chisinau (Moldavia)
  • Día 3. Tiraspol (Transnistria) – Odessa (Ucrania)
  • Día 4. Odessa
  • Días 5-7. Kiev (con incursión a Chernobyl)
  • Día 8. Lviv
  • Día 9. Rzeszow (Polonia) – Girona

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3 Comments

  • Luis Rubio

    Qué grande ese día! Después de la aventura Transnistriana, el bus asturiano, esos pedazo durums (en la foto se ve más grande que yo jajaja), los broncazos de la dueña de la nevera de cervezas y el espectáculo algo lamentable de la terraza con el señor "I need a wife" xDD

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